martes, 19 de enero de 2010

DE VAMPIROS Y OTROS DEMONIOS

El mito del vampiro “comercial” dió inicio a partir de la publicación de la novela de Bram Stoker, la mundialmente conocida “DRÁCULA”, fue ahí donde se fusionaron los mitos y las realidades a partir de estos muertos vivientes. Que sí no toleran la luz del sol, que sí los crucifijos, que sí duermen durante el día en ataúdes, que sí las perversiones sexuales, y sobretodo su peculiar forma de alimentarse principalmente de bellas doncellas dispuestas a entregar su vida para alimentar a estos sanguinarios caballeros.

Esos estándares se respetaron en la mayoría de las obras literarias que le sucedieron, así como en las películas que resultaron en consecuencia. Y así fue durante muchos años, durante muchas décadas, comenzando por Nosferatu, el primer vampiro de la pantalla grande. Hasta vampiros mucho más educados y estilizados incluso con tendencias ó abiertamente gays que nos ofrecieron autores como Ane Rice con sus fantásticas “crónicas vampíricas”, de la cual por cierto Tom Cruise convirtiera muy a pesar de la voluntad de la autora en un muy extraño Lestat, en la atractiva película Entrevista con el Vampiro.


Incluso las películas de acción como Inframundo, Blade, Van Helsing, etc. conservan los elementos clásicos de este género, salvo algunas pequeñas excepciones como en el caso del Blade, el caminador diurno, es decir, que podía caminar bajo la luz del día sin ningún riesgo, debido a su naturaleza mitad humana.

Y así se mantuvo hasta que llegó la versión ligth, ó... romántica del mito. La saga “Crepúsculo” que Sthephenie Meyer dirigió principalmente al público potencialmente consumidor, osea... el adolescente. Creando un vampiro, o mejor dicho una familia de vampiros “vegetarianos”. Esto traducido en el leguaje de Meyer quiere decir que no se alimentaban de humanos, sino de animales (¿?).

Y no fue ese él único elemento característico que cambio Meyer, sino que ni la luz, ni los crucifijos hacían meya en estas criaturas que no solo no dormían en ataúdes, sino que ni siquiera lo hacían. Recuerdo que una vez una amiga me preguntó si estaba mal las características con las que Meyer había “vestido” a sus vampiros, a lo cual le comenté que en los mitos no existen reglas, cada quien le puede poner de su cosecha sin que nadie pueda demandarte por hacerlo. Pero llevando una secuencia lógica podemos decir que fue Stoker quien por derecho de antigüedad determinó las principales características de los vampiros, porque fue así como los conocimos y como los identificaríamos sí estos seres vivieran y convivieran con nosotros ¿no?

Y a mi parecer este concepto no esta mal, todo lo contrario, con su popular estilo consiguió “resucitar” este género hacía ya un tiempo dejado en el olvido y no sólo eso, sino que consiguió que los jóvenes de países como el nuestro, con bajísimo índice de lectores, leyeran no uno, sino cuatro libros que completaban la saga. Cuantas adolescentes y no tan adolescentes (me cuento entre ellas) sucumbimos ante el encanto de Edward Cullen, el hombre perfecto, caballero, considerado, amable, tierno, pero con un solo y minúsculo defecto. !Era un muerto en vida¡, !un vampiro¡, pero tampoco nos vamos a preocupar por pequeñeces, este hombre era tan adorable, que la mayoría de quienes leímos la saga éramos capaces de pasar por alto ese “insignificante” detalle. Y todo iba bien, las ventas, los bloguers, incluso las descargas clandestinas de los libros sin concluir (léase “Sol de Media Noche”), hasta que sucedió la consecuencia lógica, un libro para adolescentes, generaría una… película para adolescentes. Y fue ahí cuando un ideal se puede derrumbar ante una imagen real, eso me sucedió a mí ante la decepción del actor encargado de personificar a Edward. Pero esa… es otra historia de la que quizás hablemos en otro momento.


Y volviendo al tema que nos ocupa, pero sobretodo, al concepto original de este género, hace unos días tuve la oportunidad de ver una película sueca, “Déjame entrar” de Tomas Alfredson, basada en el libro del mismo nombre, y nombrada la "antítesis" de CRÉPUSCULO que retrata no solo las características comunes de los vampiros, sino que incluye un elemento al cual, ó no le había puesto la suficiente atención en el listado característico de Stoker, o simplemente es una innovación que los nuevos autores vampíricos le esta incluyendo a sus obras; Esto es, el “permiso” de los humanos para que estos seres oscuros, puedan entrar a sus casas. Es decir, si un vampiro, obviamente no revelado como tal, está en la puerta de tu casa listo para atacarte, y tu no le dices, “adelante”, o “pasa”, ó cualquier otra indicación de invitación a tu domicilio, estás prácticamente a salvo, porque el vampiro, NO podrá entrar. Este elemento ha resultado coincidente en distintas obras literarias, como, “Diarios de Vampiro” de L.J. Smith, y precisamente “Déjame entrar”. Él porque de esto no lo explica ninguna de las historias, solo en “Déjame entrar” nos enseña las consecuencias de no obedecer la regla, cuando nos muestra a la pequeña vampiro Eli, desangrándose copiosamente, hasta que Oskar, le otorga el permiso, - !puedes entrar¡, !puedes entrar¡ - le dice ante el temor de perder a su nueva amiga.

La película nos devuelve el toque oscuro tan característico en este género, a pesar de que la historia se centra en una pequeña vampiro de eternos 10 años de edad y su extraña amistad con un niño humano, el aspecto infantil no demerita lo tétrico del género, por el contrario le imprime un toque más perverso diría yo. Un excelente filme que devuelve los elementos básicos y hasta terroríficos del género, con sus características originales, e innovaciones que se podrían considerar como lógicas incluso. Es en definitiva, una digna expositora del mito vampírico.

SINÓPSIS DE DÉJAME ENTRAR
Aterrorizado por un grupo de pequeños matones, Oskar un chico solitario de 12 años se hará amigo de una nueva vecina: una misteriosa chica cuya llegada ha coincidido con una serie de misteriosas muertes y asesinatos.
A pesar de que Oskar piensa que ella es un vampiro, tratará de que su amistad sea mayor que su miedo.



By Perla

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