lunes, 15 de febrero de 2010

CAPITULO 3 (DPD)

FIAGOLO… ¿UN FIASCO?

Al fin de cuentas no fue una cafetería donde Paolo decidió hacer validas las cortesías, prefirió que fuera un lugar donde valiera más la pena desquitar la mínima compensación que la aerolínea le ofrecía y fue entonces que nos metimos a un restaurante de comida italiana, muy bonito por cierto, para estar ubicado dentro del aeropuerto.

Cuando entramos al restaurante, me pareció que me había colado a la sección de gente bella, a la cual por supuesto pertenecía mi acompañante. Y eso fue porque a pesar de que había pocos comensales en el restaurante, los pocos que había eran, todos como salidos de un casting para un comercial de perfumes, o autos de primera línea, incluso el anciano que estaba en la primer mesa, cercana a la entrada, que discutía el cocido de su carne con la mesera la cual difícilmente podía igualar el acento ingles de su interlocutor, era perfectamente reconocible como europeo, ingles para ser exactos, sobretodo por su acento británico, alto rubio y ojos de un profundo azul cielo.

Más al fondo en un lugar que parecía un privado se encontraba una atractiva pareja, ella era muy delgada, más incluso que mi hermana Gina que ya era mucho decir, con perfectas facciones que se distinguían incluso a lo lejos, y un cabello castaño oscuro que le daba un toque sofisticado a su apariencia, él era también muy singular, y no precisamente bello, pero a simple vista, era de esos hombres con una extraordinaria presencia, lo que podría llamarse más varonil que guapo con una personalidad magnética que al menos en ella causaba un efecto notable, ya que casi no pestañeaba en su contemplación, totalmente embelesada, un ligero estremecimiento me recorrió sin querer, no quiero pensar en que fuera envidia, pero volvamos a su atuendo, ambos vestidos demasiado formales como para estar en un aeropuerto.

Y cerca de la mesa que nos había asignado la mesera, estaba una mujer de unos treinta años tal vez, con ropa informal pero impecable, con un par de hermosas niñas de cabellos rubios, y grandes ojos azules, cada una. Ahí definitivamente la única que desentonaba, era… precisamente yo.

Decidí ya no hacer más comparaciones, porque por supuesto yo saldría perdiendo en todas, entonces, pues, mejor recibir las cosas tal como se presentaran.

Mi acompañante había resultado un maravilloso anfitrión, retirando cortésmente la silla que yo estaba a punto de ocupar, y haciendo gala de todos esos modales que yo solo había visto en acción en las películas de romance, favoritas de Gina.

Una vez instalados en la mesa, la mesera se había instalado ya a un costado, colocando los menús frente a nosotros que habíamos quedado exactamente frente a frente, lo cual por cierto, fue algo, casi fulminante, porque entonces pude observar muy de cerca a Paolo…!Dios, que hermoso era!

Es increíble la poca atención que un pone a su interlocutor, cuando esta de pie a su lado, al menos en mi caso se trata también del temor de parecer demasiado imprudente u osado al mirarse con detenimiento.

Pero por ahora, gozaba ya de las mejor de las vistas, aunque mi compañero no corriera con la misma suerte que yo.

Observar a Paolo era más gratificante que ir a una galería de arte, era como descubrir algo nuevo cada vez, cada vez que miraba sus ojos verdes y profundos, que parecían esconder y al mismo tiempo gritar tantas cosas, o su cabello revuelto, que no sé como conseguía hacerlo lucir arreglado, su grácil manera de moverse, hasta para tomar el vaso y…

- ¿Qué desean ordenar? - Interrumpió abruptamente mi análisis la mesera, Paolo dirigió su vista en mi, otorgándome el honor de dejarme elegir primero, -ojala no lo hubiera hecho- Clavé mi vista en la carta esperando poder ver, o mejor dicho, al menos entender un poco lo que estaba a punto de ordenar, yo pensé que tenía conocimientos generales de la comida italiana, pero al ver el menú comprobé que mis conocimientos no iban más allá del spaghetti y las pizzas, y pedir algo como eso, sería demasiado elemental, así que discretamente deje caer al azar mi dedo índice sobre la carta en el nombre de un platillo que me pareció , lo suficiente sofisticado, en mi intento de no ventilar mis carencias de conocimientos en las artes culinarias.

– Fiagoli al fiasco – respondí decidida

Su cara de sorpresa no me alertó, y yo continuaba instalada en la aptitud de saber lo que hacía, después de que la mesera hizo sus apuntes pertinentes, se dirigió hacia Paolo que parecía tener ya lista su petición

- Para mi una Capreze, por favor – la chica asintió y se retiró, segundos después, luego de que Paulo sacara de su saco, un celular, una palm, y lo que parecía su cartera, colocó los tres objetos sobre la mesa y continúo con la conversación…

-…Al menos de esta forma podremos hacer más llevadero el tiempo de espera, pero… un momento- me miró fijamente con intrigada expresión- aún no me has dicho que es lo que te tiene a ti aquí, porque según entiendo no perdiste el vuelo como yo

Había llegado el momento de quitarme el velo de misterio y contar lo poco interesante de mi estadía en aquel aeropuerto internacional. Entonces le conté de forma resumida, el percance con la maletas de mi hermana, intentando hacer lo más interesante posible la narración. Al menos no bostezo ni una sola vez, eso era ganancia, incluso parecía atento.

– Bueno, al parecer a tu hermana sí que le sucede de todo en los aeropuertos, mira que quedarse sin vuelo unas veces, y quedarse sin su equipaje en otras, sí que tiene mala suerte, aunque pensándolo bien, no tan mala eh, tiene mucha suerte al tener una hermana como tú.

– Te la tengo que presentar, para que se lo digas en persona – el sonrío ampliamente ante mi ocurrencia, y luego dirigió su mirada a la mesera que regresaba con los platillos que habíamos encargado, coloco enfrente de Paolo un plato pequeño con ensalada a base de de queso, y rebanadas de tomate, que lucía ligera pero apetitosa, enseguida puso frente a mi un enorme plato con…

- ¡¿frijoles¿¡- exclamé sorprendida y decepcionada

- No pensé que te decidieras por frijoles, tan temprano, en realidad son alubias, pero para el caso es lo mismo

– Yo tampoco- confesé de forma casi imperceptible

Yo… que no toleraba desayunos pesados por ningún motivo, que había rechazado todo el “menú” de mi refrigerador a base de carnes frías, desayunar aquel “sofisticado platillo” con salsa y no sé que tanto condimentos, era realmente demoledor, mi rostro debió dibujar angustia tal que seguramente me había delatado, porque al toparme con su mirada, Paolo ya tenía la más pícara y esplendida de las sonrisas

- ¿No habías probado el Fiagoli al fiasco, verdad?

– ¡No tenía la menor idea! – desahogándome al fin, entonces su sonrisa desembocó en sonoras carcajadas

- ¡Por dios, Tina! Me hubieras preguntado antes, y así te hubieras ahorrado la angustia

¿Tina?, ¿ya habíamos cruzado la línea a ese nivel de confianza? La verdad es que no recordé en que momento, pero… me gustó, como me gustó también el tono de viejos amigo con el que se estaba refiriendo a mi a partir de ese momento

- pero no te preocupes, enseguida pedimos que lo cambien

Fue un alivio que no me haya hecho pasar la vergüenza de decirle a la mesera que yo no tenía ni idea de lo que estaba pidiendo, bastó con que dijera que no era lo que deseaba, y me pidió lo mismo que él había ordenado.

– que vergüenza, seguramente Gina sabría haber pedido lo correcto

– tal vez, pero aunque no la conozco, estoy seguro que no tiene ese poder de sorprenderse, ni la gracia que tienes de forma tan natural

Esperé que eso fuera un cumplido, y si así había sido, era la primera vez que alguien al referirse a ambas, era yo a la que salía halagada, aunque Paolo no conocía a Gina, me había hecho sentir bien la mención. Aunque seguramente si en lugar de haberse topado conmigo y lo hubiera hecho con ella, la cosa hubiera sido muy distinta

– Pero dime, ¿tu hermana es como tú? – su pregunta me tomó de sorpresa y no supe que contestarle – sí, me refiero a que sí es así…- … “¿tonta?, ¿confiada?, ¿crédula? ó ¿lanzada?” , pensé, pero mi descripción afortunadamente no coincidió con la suya – dulce, inteligente, valiente - refutó

Aquella descripción me desconcertó ya que iba más allá de la adulación

– ¿Cómo puedes decir que soy así, ¿acabas de conocerme?

– Es muy fácil, porque te estuve observando desde que llegaste con tu hermana, era evidente que no vienes a lugares como este muy seguido, y luego, como manejaste la situación ante el nerviosismo de tu hermana– me quede muda, esta respuesta sí me había sorprendido - eres especial Tina, y lo peor es que ni tu misma te has dado cuenta de ello…

Haber, un momento. Aquí mi mente tenía que hacer un análisis concienzudo, ¿Me había estado observando a mí, antes que yo a él?, y ¿Me había visto a mí y a mi hermana al mismo tiempo, y aún así, prefirió abordarme?

No entendía nada, me sentía realmente confundida ante la actitud de Paolo, mil ideas se venían a mi mente, ¿lo hacía para acercase a Gina? Pero… eso tampoco tenía sentido, de haber sido así con haberse acercado directamente a ella bastaba, además era suficientemente atractivo como para que ella no hubiera reparado en él, mucho menos lo hubiera rechazado. Paolo era definitivamente del tipo que agradaba a mi hermana y al revés… ó al menos era lo que yo me imaginaba.

Entonces si no había sido así, la única explicación que quedaba, era que en verdad hubo algo en mí que le interesó, y por lo que acababa de decir, me había estado observando de cerca y con demasiada atención, jamás pensé que me hubiera visto así, yo no me había visto así… y ¿si era un acosador como él que ataco a Gina en los Ángeles? En ese caso los aeropuertos eran sus lugares de operación favoritos, pero… No, no lo creo, hasta eso sería interesante en él y una anécdota atractiva en mi haber, al menos yo tendría mi propio acosador, pero, era ridículo, no entrábamos en ese perfil, ni yo de acosada, ni Paolo de acosador.

Creo que solo se me ocurrió poner una sonrisa tonta y tamborilear impacientemente los dedos sobre la mesa esperando la ensalada que me ayudara a sortear la situación que comenzaba a tornarse vergonzosa.

Para mi fortuna, unos segundos después, apareció nuevamente la mesera con la ensalada Capreze, y con eso tuve para entretenerme un buen rato, mientras él me observaba con actitud, de curiosidad, pero por una extraña razón, ya no me hacía sentir avergonzada, al contrario, me estaba sintiendo realmente bien, como hacía mucho no me sentía a lado de un hombre. Pero seguía la curiosidad en cuanto al reparo que él había tenido en mi persona.

¿Acaso no era una casualidad que él me hubiera invitado precisamente a mi a aprovechar las cortesías?, no supe como sentirme al respecto, confundida, creo que era la palabra.

Toda aquella reacción parecería el comienzo de una historia de esas rosas que pasan por los canales locales, y que hacen soñar a las quinceañeras y considerar a las de mi edad como historias de ciencia ficción. Paolo entraba perfectamente en el prototipo del protagonista, pero había algo que no encajaba… yo.

– Debo de confesarte que lo primero que me llamó la atención de ti, fue la forma en la que mirabas a tu hermana – Me dijo en un espacio entre el tenedor y su boca, tomándome desprevenida y apunto de atragantarme – No entendí bien a que se debía el inconveniente, pero tu la observabas como si temieras que estuviera a punto de desmoronarse, y tu presta para sostenerla en cuanto fuera necesario – ¡Vaya!, jamás imagine que un hombre como él fuera tan perceptivo, y así se lo mencione

– Hace tiempo conocí a una persona que era así, como tú, cuidadosa, protectora, analítica, casi no hablaba, y la mayoría de las veces tenía más cosas que decir con la mirada que con la boca, y fue gracias a esa persona que yo aprendí a conocer mejor a la gente más por su mirada que por sus palabras, las palabras pueden engañar y mienten sin dificultad, la mirada no miente jamás – Era cierto, la suya parecía coordinarse perfectamente con lo que decía, confirmando así su teoría.

Un rato después comentamos cosas triviales, como la sazón de la ensalada, el jugo de toronja con lo que la acompañamos y el aderezo que resulto demasiado picante.

De pronto sin darme cuenta, pasaba el tiempo sin sentirlo, Paolo hacía que las distancias se acortarán y yo me sintiera a la par de él, la conversación fluía tan fácil que parecíamos un par de viejos amigos reencontrándonos después de largo tiempo, con tantas cosas que contarnos, de lo mas comunes, pero con el interés y la solemnidad de la economía mundial. Además debo confesar que Paolo hacía cosas realmente sencillas, era tan simple como que solo con su sonrisa lograba acaparar toda mi atención. Al principio pensé que me veía boba, pero al ver lo divertido que estaba, era un hecho que él le pasaba igual, por un momento me olvide de los dispares de la pareja que ocupaba nuestra mesa.

4 comentarios:

Mayte dijo...

hay ademas de guapo inteligente observador y muyyy interesante siguelaa besos

Anónimo dijo...

Muy bonito

Anónimo dijo...

Porque me siento segura de mi misma y además porque se que tu también te sientes insegura de ti misma y por eso lee el libro la verdad esta muy padre .Mi amiga KARLA tenia esas cosas y la emprendí y solo tengo 11 años y me pasa lo de este capitulo la vereda no me gusta me encataaaaaaaaaaaaaaaa muchísisisimo

Anónimo dijo...

Buena nena sigue así y ganaras el primer lugar