viernes, 6 de marzo de 2020

8 de Marzo. Día Internacional de la MUJER ¿Igualdad?... mejor Libertad


Feminismo. Nunca me ha gustado esa palabra, siempre me ha parecido el equivalente a machismo (¿existe masculinismo?), pero seguramente es por mi aversión a las etiquetas y a que tampoco me gustan los extremos.

Y en cuanto a la igualdad de géneros… la verdad es que me gustan las diferencias naturales que tenemos las mujeres con los hombres. Vestimos de forma diferente, porque somos diferentes. Recuerdo aquella rebelión de feministas  a finales de los 60’, en los que las mujeres se quitaban y quemaban los sostenes por “liberación” ¡Señoritas! los sostenes los usamos por necesidad anatómica, no por represión. Hablamos diferente, lucimos diferente, hasta transpiramos diferente. Por genética no, no somos iguales.

A mí me halaga la caballerosidad y protección que un hombre nos brinda. Respeto a quienes se sienten ofendidas o inútiles ante esas muestras, pero para mí es lo contrario, son de respeto, aprecio, educación y afecto para con nosotras.

Me agrada el gustarle a un hombre y que se gane el derecho a ser correspondido y ¿porque no? también ganarme yo el mismo derecho. Me gusta también la libertad de ganarme un lugar por mis aptitudes y no por mi género. Porque hemos llegado a confundirlo con la desigualdad de aptitudes.

Para mí, la verdadera lucha, debería de llamarse por la LIBERTAD. La libertad de ser seres humanos. Todos deberíamos tener esa libertad de demostrar quienes somos y lo que valemos, no importa si somos hombres, ni mujeres, ni nuestra preferencia sexual, ni si tenemos alguna discapacidad, o por nuestro color de piel. Ni siquiera me gustan las cuotas forzadas de género, preferencias sexuales, razas. En las artes, en los parlamentos, en ningún lado, solo por cumplir cuotas por lo políticamente correcto y no por mérito propio.

Porque la lucha contra la violencia no es de hombres contra mujeres. No va por ahí, se los juro. La verdadera lucha es contra la perversión, los abusos, la maldad, la pederastia, la degeneración, los vicios, contra las enfermedades mentales, sean del género que sean, incluso, y lo sabemos todos, ni el propio machismo es exclusivo de los hombres.

El ser humano, hombres o mujeres se puede llegar convertir en monstruos y a esos es a los que hay que combatir. A los violadores, no por el hecho de ser hombres, sino por convertirse en monstruos al ser violadores. No todos los violadores son hombres, ni todos los hombres son violadores.

Porque tampoco voy a hablar de cifras; que si hay más muertes violentas de hombres que de mujeres, que si cuales presentan más saña, que si los porcentajes, que si las gráficas etc.

Quizás ahí precisamente, esté el error. No podemos tratar a los individuos como masas. Cada uno con sus eficiencias y cada cual con sus deficiencias.

Polarizarnos entre nosotros solo beneficia a los verdaderos culpables. Divide y vencerás. Hombres contra mujeres. Las mujeres ya no nos sentimos seguras, el miedo está ganando la partida. Incluso los hombres han detectado ese miedo contagioso. Ya cualquier mirada directa, aunque sea accidental se toma como acoso. Al menos 4 hombres me han comentado esa percepción en la calle, en el metro, en las oficinas. ¿De verdad todos son acosadores, violadores, abusadores, culpables? ¿Generalizar es lo correcto? ¿Estamos renunciando a pedir cualquier ayuda, o a darla, por el simple hecho de que sea a algún hombre? No lo creo, espero que no.

Así como yo, muchas tenemos la gran fortuna de conocer hombres en el verdadero sentido de la palabra, que saben respetar esas diferencias no abusando de ellas. Y sí, también merecen un día y todos los días para honrarlos. Eso es igualdad ¿qué no?

¿Alguna vez nos hemos preguntado porque existimos hombres y mujeres, machos y hembras, masculino y femenino, si fuera para ser todos iguales?... ¿Cuál sería el propósito de crear dos géneros? ¿No será por eso, que solo la fusión de los géneros nos permite reproducirnos y preservar las especies?... Porque juntos nos complementamos.

Y si no quedo claro, no soy feminista, soy mujer. Sigamos siendo mujeres, está bien serlo. No tiene por qué ser un peligro. Ni tampoco una batalla diaria en contra de los hombres. Seamos libres para serlo.

domingo, 24 de julio de 2011

FRENTE A FRENTE

Temía tanto que llegara el momento, como el día al ocaso, lo que inicia a lo que acaba; pero era ya inevitable, sabía lo que me esperaba. No sería agradable volverte a ver, la culpa me consumía.

Y ahí estábamos de nuevo, frente a frente, mirándote por fin a los ojos, esos ojos que no parecían los tuyos, eran tan… distintos, opacos, tan vacíos, sombreados de oscuridad. Me observaban con curiosidad y desconfianza…  ¿No me reconocías? Creo que me pasó lo mismo ¿Dónde habría quedado ese brillo que deslumbraba?... dolía tanto y de tantas formas que laceraba el alma hasta carcomerla. Te sorprendió tanto mi reacción como a mí. Pensé que ya no tendrías más la capacidad de derramar lagrima alguna, me equivoque otra vez. Cada surco de humedad me reclamaba una promesa no cumplida, una ilusión rota, un sueño truncado. Había tantas disculpas que pedir, que no supe comenzar, no supe explicarte nada…

Una mueca se dibujó en ese pálido rostro y observé tus labios sin color, sin humedad, pero esperanzados aún… un respingo de tu nariz acompaño al ceño fruncido que agrietó tu frente como un muro viejo y descarapelado,  hubiera soltado una carcajada de no ser por el reflejo de aquella mirada devastada.

Nada que decir, al menos no con los labios; esta vez fueron mis ojos los que hablaron, tanto dolor, tanta melancolía, tanta culpa. Ni disculpas, ni resignación. Lo comprendiste lo sé, porque sonreímos al mismo tiempo.

¿Seguimos siendo los mismos? No lo creo, antes los hoyos no eran zanjas, ni las lluvias tempestades, ni las escaramuzas batallas...

Éramos los mismos sí pero, con tantos pendientes. Te había quedado tanto a deber…tal vez por eso no te había vuelto a buscar, no era capaz de pagar mi deuda, como el cobarde que huye para no enfrentar su villanía.

Se te agotó la paciencia, lo supe. Tu mirada se encendió esta vez, decolorando el vacío, ¿que dibujaba ahora? ¿furia, tristeza, decepción? No pude más y de un golpe seco... rompí el espejo.                         

miércoles, 25 de mayo de 2011

Reescribiendo… y releyendo, La Iliada.

Para quienes no hayan leído “la Ilíada”, y para quienes ya la leyeron también, Alessandro Baricco, nos presenta “Homero, Ilíada” una opción ligera, entretenida, fluida y muy interesante acerca de la Obra cumbre, de la guerra de guerras. Esa en la que Homero nos muestra aquella batalla legendaria encarnada por héroes y dirigida por Dioses.

“La Ilíada” nos presenta el último de los diez años que duró la famosa guerra, en el punto culminante en el que el héroe más poderoso y fuerte de los griegos, el gran Aquiles, por una disputa con el rey Agamenón, líder de los aqueos, decide no pelear más y a partir de entonces, los troyanos encabezan la batalla a través de confortamientos sangrientos liderados por Héctor.

Narrada por sus propios protagonistas, “Homero, Ilíada” nos resume los 24 cantos, en la perspectiva de quienes la vivieron y la sufrieron, la soberbia de Agamenón narrada por Criseida, el honor mal fundado de Héctor y Ayante juzgado por el sabio Nestor, la inteligencia de Ulises, reconocida por Diomedes, incluso el río por el que corrió tanta sangre guerrera dio también su punto de vista de la rabia de Aquiles ante la muerte de su amado Patroclo…

Alessandro Baricco, haciendo gala de un gran ingenio, decide no solo condensar una obra clásica, sino traducirla de una manera coloquial para una lectura mucho más amena, quitando los versos complicados de la obra, la intervención de dioses, e incluso, analizando y leyendo entre líneas los secretos de la Ilíada, y sus connotaciones políticas, pacifistas y hasta machistas. Este trabajo hecho especialmente para lecturas teatrales, resulta reflexivo pero entretenido y por demás interesante.

Aquí una crítica especializada «Aconsejamos vivamente la lectura de la transcripción del poema realizada por Alessandro Baricco. Si no temiéramos pasar por blasfemos, confesaríamos haberlo apreciado mejor que el original, lastrado por las infinitas escaramuzas entre los dioses inmortales» (Liberazione).

Salir con chicas que no leen/ Salir con chicas que leen. Parte 2

Y aquí la segunda parte, tampoco es mío y... ¡oh sí!  sigue valiendo la pena...

Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)


Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca. 

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.


Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella. 

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace. 


Por lo menos tiene que intentarlo.


Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo. 


Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos. 

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo. 

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.


Agradecimiento especial a *Arlette por compartir conmigo este texto. 

Salir con chicas que no leen/ Salir con chicas que leen Parte 1

En esta ocasión, haré una excepción y por primera vez, colocare un publicación que no es de mi autoría, pero... que demonios... valía la pena;
Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)
Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela. 


Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta. 


Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe. 



Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.


Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato. 


Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida. 


Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza. 


No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.


Agradecimiento especial a *Arlette por compartir conmigo este texto. 

domingo, 24 de abril de 2011

EL SECRETO DE ALEJANDRO, DEJAR IR…

¿Cual fue el secreto de Alejandro Magno, para convertirse en el mayor conquistador de la historia? ¿Su estrategia militar? ¿Su poder de persuasión? ¿Su arrolladora personalidad conjunto a su inteligencia? Seguramente aunado a todo lo anterior, el secreto se debió a su habilidad de “dejar ir”…

A diferencia de otros nacionalistas, como Napoleón o Hitler, orgullosos de su raza, e impositores de ésta, Alejandro amaba donde estaba y con quien estaba. “Al pueblo que fueras, has lo que vieras” parecería ser su lema. En Persia adopto sus ropas, sus costumbres y en parte su religión, en Asia y África hizo lo mismo cuando venero a los Dioses Egipcios, respeto sus usos y sus costumbres, jamás impuso nada, y se adaptaba a éstos, se caso con mujeres de las naciones que conquistaba según sus costumbres, incluso fue adoptado oficialmente como hijo de quien anteriormente fuera la madre carnal de Darío el rey de Persia y uno de sus mas grandes enemigos.

A veces hay que dejar ir unas cosas para alcanzar otras. Fue severamente criticado por sus compatriotas, pero yo me pregunto… ¿hubiera llegado a ser el poderoso conquistador de continentes, de no haber dejado ir afectos, recuerdos, lugares que le impidieran seguirse abriendo paso por el mundo…

Amen a esto, lo relacione con una capsula radiofónica que escuché hace poco. Se trataba de uno de esos consejos para las amas de casa, en este caso dirigido principalmente a las madres; “Cuando el niño se aferre a algo no lo fomentes, sí olvida el osito de peluche, o algún juguete favorito, no te regreses por el. Así aprenderá a no depender de nada para estar contento y pasarla bien y cuando crezca no será doloroso desprenderse de las personas, ni de los recuerdos, ni de los lastres que pueden obstruir el desenvolvimiento, aprendiendo a no depender de nada que no sea de sí mismo”  

Escuchando ese pequeño y a primera instancia insignificante comentario me quede un rato analizándolo. ¿Que tan bueno o malo resulta encariñarnos al punto de aferrarnos a algo? la famosa mantita que abraza el niño de pequeño para sentirse seguro es cliché de pertenencia entre los pequeños en Estados Unidos. ¿Que pasa cuando nos separan de aquello con lo que nos sentimos seguros; los objetos, los lugares, las personas, los recuerdos…? Es como sentirse desnudos, desprotegidos quizás, la inseguridad de no tener un mástil en el cual sostenernos.

Tampoco se trata de volvernos unos despreocupados y nos olvidemos de las cosas importantes, o de nuestra propia identidad, pero sí, tal vez aprender a dejar ir lo que nos impide movernos, avanzar, crecer. Si por alguna circunstancia, cualquiera que sea esta, tener que desprendernos de “aquello” que nos lastime, pero sobretodo, que nos detenga; que si el ex novio que no logramos olvidar y buscar nuevas oportunidades; que no me atrevo a presentar el examen final si no encuentro la cruz que me dio la abuela para que me fuera bien; que el recuerdo de una persona a la que no veré jamás no me deja seguir adelante.

Y ciertamente estoy muy lejos de saber psicología y mucho menos de aplicarla, no doy diagnósticos tampoco, me limito únicamente a simples comentarios. Pero algo me queda claro con todo esto, si no dejamos ir nuestro pasado tortuoso, nuestros traumas, seguimos siendo dependientes de muletillas que nos vuelven cada vez más dependientes.

Y volviendo a Alejandro, el mismo que lograra tanto en tan poco, y a quien nadie pudo detener más que la muerte natural, porque cabe mencionar que jamás fue derrocado en cuanto a poder se refiere, a diferencia de otros grandes lideres, como los anteriormente mencionados. Hitler que con su pasión aria, no le duro el gusto de conquista más que unos cuantos años, ya que con su política impositiva y aferrada logro que gran parte del mundo se uniera en su contra y finalmente su inminente derrota. Y Napoleón por el estilo también. ¿Qué hubiera pasado sí Alejandro hubiera llegando tirando templos a diestra y siniestra? o sí al llegar a Egipto se hubiera tenido que regresar a Macedonia porque extrañaba la comida griega?... La historia hubiera sido otra, y Alejandría nunca hubiera existido.

Tal vez no haya encontrado el hilo negro acerca del éxito de Alejandro Magno… pero quizás sí, porque eso de dejar ir, no es tan fácil como se escribe… si lo sabré yo…

martes, 12 de abril de 2011

EL CINE A LA MODA; DOS PAPYS, DOS MAMYS… ADOPCIONES HOMOPARENTALES EN LA PANTALLA GRANDE


Por casualidad, o predeterminación, pero es curioso que dos películas que traten el mismo tema, salgan casi al mismo tiempo, pero en fin, puede ser que llevados por la ola de polémica que las uniones entre parejas homosexuales, y hablando principalmente de la adopción sea abordado de manera tan distinta.


Y es el caso de la película mexicana “La otra familia”, que ciertamente el tema es por demás interesante, cuando una pareja gay por circunstancias de la vida tiene que hacerse cargo de un niño, no sin antes enfrentarse a los prejuicios que su condición de pareja “distinta” conlleva. Es típico pensar que el niño corre peligro, por el simple hecho de que los tutores, sean degenerados sexuales capaces de abusar del niño, únicamente por que son gays. Como si no existieran padres heterosexuales, abusadores de sus propios hijos. No hay formulas, ni condiciones, ni preferencias sexuales especificas para mentes perversas, como tampoco las hay para personas con buenas intenciones capaces de hacer de un niño, hombres o mujeres de bien, atreves del cariño y de los cuidados necesarios.

Hasta aquí vamos bien, un planteamiento interesante por el camino correcto, hasta que el extremo optimismo se apodera de los creadores de este filme, contando una historia que no justifica, ni explica los planteamientos, personajes que salen de la nada, situaciones que nada tienen que ver con la trama principal, y para colmo mi osito de felpa azul es mas carismático que el niño protagonista (que no tenía mas gracia que ser hijo del director), no me queda duda que de haber tenido la chispa necesaria, hubiera podido salvar una historia que se pierde y no termina por convencer.

En cambio, “The kids are all right” a diferencia de la anteriormente mencionada, con un argumento mucho mas simple, nos muestra un matrimonio de mujeres, que tienes dos hijos adolecentes, concebidos por ambas mediante inseminación, con problemas típicos de adolecentes, que finalmente los lleva a la búsqueda del donador de esperma con el que fueron concebidos.

A partir del encuentro de los chicos con su “padre” se desatan situaciones que cualquier “familia” podría tener; celos parentales, desajustes emocionales y hasta infidelidad. De hecho lo único que podría diferenciarla de una historia familiar típica es precisamente que sean dos madres casadas entre sí, quienes la protagonicen, pero es tan simple, es decir, tan real, el no hacerse tantas telarañas al respecto en cuanto a los famosos “traumas” que causan que unos niños crezcan en el seno de una familia homoparental, que los chicos, ni se les “contagia” la homosexualidad, y no tienen ni más ni menos problemas que otros que lo hacen bajo la protección de una pareja heterosexual.

Lo que si me queda claro es que hay años luz entre cultura y cultura, (y no hablemos de calidad cinematográfica) porque cuando en le película mexicana todavía se está luchando porque no se vea aberrante el hecho de que parejas gays puedan adoptar, en estado unidos ya se trata de buscar al donador del proceso de inseminación…